Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

miércoles, 7 de enero de 2009

Llora Palestina, llora


Es devastador ver las imágenes. Una linda niña palestina con la boca abierta como en grito mudo hacia el cielo. Va muerta en brazos de los socorristas (*).
Fotos de madres llorando. Hombres que lloran de rabia, de dolor y de impotencia, de odio.
Palestina llora de nuevo, con las mismas lágrimas derramadas por Israel tras la muerte de sus hijos, llegada desde el cielo bajo forma de cohete, la misma estampa que desciende hoy con toda su furia desde las bocas de fuego de las armas israelíes.
Dos pueblos hermanos, dos pueblos que se odian desde su nacimiento. Pocas luces de paz, justo después de la celebración de una Navidad con tristeza mundial.
Y todo este dolor ¿quién lo paga? La tristeza de la Tierra Santa le duele a todo el mundo.
Y le duele por igual cuando el llanto procede de las madres, los padres y los abuelos al otro lado de Gaza, que han perdido a los suyos tras el cobarde ataque de los suicidas palestinos. Porque un niño muerto, sin importar si sus padres son asesinos o terroristas, siempre le duele a la humanidad entera y le duele al Cielo.
Ahora es Palestina la que llora; hace unos días lloraba Israel. Hoy también sufrimos todos porque el terrible monstruo de la violencia vuelve a castigar a una tierra tan querida para quienes creemos en Dios.
¿Y todo por qué? ¿Acaso hay razones para provocar tanto dolor? ¿Y qué culpa tienen los niños de padecer el martirio? ¿Y por qué arrastrarlos hacia la muerte, hacia el cruel holocausto? ¿Cuántos de los chicos muertos --israelíes y palestinos-- habrían sido grandes hombres y mujeres? ¿Estaría entre ellos el descubridor de la vacuna contra el Sida? ¿El que descubriría la cura contra el cáncer? ¿Grandes estadistas? ¿Viajeros del espacio? ¿El médico que le salvaría la vida a tus hijos?
Hoy la Tierra entera sufre y se lamenta. El letal monstruo de las profecías del Antiguo Testamento se ceba en el ombligo de la Cristiandad. Israel y Palestina, una sola tierra, sufre su más patibulario apocalipsis.
¿Y todo por qué? Por la estupidez de los adultos.
Bien decía el Nazareno: "Dejad que los niños vengan a mí porque para ellos es el Reino de los Cielos". De seguro estos niños están con Él; sus espíritus inocentes ahora gozan de la dicha eterna mientra aquí "abajo", las fauces sangrientas siguen vomitando muerte.


* Foto aparecida en Soitu.es/por agencia EFE

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