Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

martes, 20 de enero de 2009

¡Qué malos perdedores!


Los que vieron el discurso con que aceptó la derrota John McCain quedaron impresionados. El candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos levantó la frente, saludó y agradeció a sus correligionarios, al pueblo estadounidense y, acto seguido, dijo unas palabras que la historia le seguirá recordando: "Desde hoy, Barack Obama es mi presidente y estoy dispuesto a colaborar...". Palabras más, palabras menos.
¿Qué distinto a los salvadoreños verdad? Años luz. No, siglos luz con el comportamiento de nuestros políticos.
El caso de la alcaldía de San Salvador, ganada recientemente y en buena lid por el candidato de ARENA, Norman Quijano, es un vivo ejemplo del enanismo democrático que tienen algunos.
La alcaldesa saliente y candidata perdedora, Violeta Menjívar, en vez de saludar al ganador, levantar la frente y marcharse con dignidad hizo lo contrario. En una actitud patética, la señora salió a un carnavalito frustrado y se puso a bailar un merengue improvisado que se usó en vez de la cumbia del triunfo que se esperaba.
Después, hasta el día siguiente, leyó un comunicado en el que no se aceptaba la victoria del contrario, sino que nada más se decía que el arenero había obtenido más votos.
Lo normal en estos casos es lamerse las heridas en casa, y mostrar ante el público una cara de dignidad, de consistencia democrática; sobre todo viniendo de un partido que está exigiendo de su rival lo mismo en caso de perder las presidenciales.
Pero no sucedió eso, sino lo contrario. Mauricio Funes, el candidato del FMLN a la presidencia, ha salido desmereciendo el triunfo de ARENA en la capital, minimizando su efecto y demostrando que es un mal perdedor.
La vocación democrática de una persona, y sobre todo de un político, obliga a aceptar las derrotas con deportividad; de otra forma se evidencia el fanatismo, se demuestra la falta de madurez y se subyuga la razón, el intelecto, a la bilis. Y esos podrán ser cualquier otra cosa menos demócratas.
Ahora, es también normal que por razones políticas, Funes aparezca maximizando los triunfos de su partido. Es algo que nadie puede criticar, porque además tiene razón en felicitarse por los resultados en otras alcaldías y en la Asamblea Legislativa.
Ese mismo espíritu debería utilizar en el caso de San Salvador. ¿Por qué? Porque está aspirando a ser presidente, a ser el líder que unifique a esta sociedad polarizada, a tener el poder de conducir los esfuerzos nacionales (de areneros, farabundistas, pecenistas, efederristas y de todos los demás partidos y movimientos) en una sola dirección. Porque está pidiendo que se le dé la confianza para decidir por todo el país en conjunto con los otros poderes del Estado.
Con estas actitudes, Mauricio Funes demuestra que no tiene la apertura mental y conductual necesaria para ser un líder.
Una cosa es enardecer a los convencidos, de levantar hurras en resentidos sociales propios y extraños, y otra cosa es tener el temple, la madera, el liderazgo para conducir a un país sediento de líderes reales, no de lenguaraces de poca monta.
Y con el tema de la alcaldesa saliente... pues nada, su conducta es más que una carta abierta.




* Foto tomada de El Faro.net

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que recuerdo de esa noche electoral fue el discurso vulgar de Rodrigo Avila, denigrando el valor de las encuestas universitarias ("que se las metan adonde quieran"). Si vamos a comparar a Funes con McCain, es imposible que comparemos a Avila con Obama. ¡Ni de chiste! Mejor comparémoslo con la Choly de la Scan.

 

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