Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El niño de La Cima IV


Ayer hubo una potente explosión en la colonia La Cima IV de San Salvador.
Lo que todos los noticieros reportaron fue que una bodega artesanal de tambos de gas había hecho añicos paredes y puertas y que, afortunadamente, solo una persona había resultado lesionada, con quemaduras de segundo grado.
En esa casa había seis niños, dijo un entrevistado ante las cámaras de televisión.
Los periodistas nos concentramos en narrar la magnitud del evento, el hecho per se, el grueso de la información.
Pero ahí, escondida entre tanta toma y declaraciones, había una frase que me conmovió: un señor comentó –de paso– que uno de sus hijos, todavía en pijamas, había socorrido a los seis chiquitines que estaban cerca de las llamas.
Al escuchar esto sentí una dulce emoción, una satisfacción de imaginar al pequeño héroe ayudando a los otros pequeños a saltar el muro para guarecerse de la muerte. Y entonces me pregunté ¿habrá alguien que le haga una historia al chico?
No lo vi reflejado en las coberturas, porque el periodismo salvadoreño ha sufrido un triste regreso en el tiempo; se ha abandonado en buena manera el concepto de la cobertura periodística basado en las historias humanas, excelente recurso para ejemplificar, anclar, tropicalizar o acercar un hecho informativo a la matriz de donde surge: la comunidad.
Ahora nuestro periodismo atraviesa una fase de minimalismo creativo, está viviendo una moda retro que está haciendo olvidar a la época "dorada" que se vivió en la mitad de la década de los noventa.
Pero como no es una reflexión sobre los enormes retos del periodismo salvadoreño este artículo, regreso a la dulce historia del niño que salvó a sus vecinitos.
En vez de salir huyendo de las explosiones, como hizo la mayoría de los adultos, se fue al patio a sacar a quienes urgían de una mano amiga.
Las llamas, las explosiones, el peligro no lo amilanaron. Imagino que tuvo miedo, pero fue capaz de sobreponerse para ayudar.
...Ayudar, un término que cada vez se vuelve menos frecuente en nuestras vidas, robotizadas por los tiempos modernos, pegadas cual mosca en la miel del triunfo insolidario, que no reconoce más felicidad que los momentos de adquisición de bienes materiales.
Este niño tiene madera. Ojalá y su acto de humanidad sea reconocido porque ¿cuántos como él no caen en el olvido? Algunos ni siquiera llegan a ser conocidos y sus acciones quedan en el más injusto anonimato.
¿O acaso se acuerda usted de los que han venido a ayudarnos a sacar víctimas de entre los escombros después de los terremotos? ¿Conoce a los miembros de Comandos de Salvamento, Cruz Roja, Cruz Verde y otros cuerpos de socorro? ¿Le ha dado seguimiento a los donantes que se han desprendido de su sangre para que otros puedan vivir?
Héroes anónimos hay muchos, muchísimos. Están en todas partes, desde las estaciones de bomberos, los hospitales, escuelas, oficinas, iglesias y clubes de servicio hasta en los mercados, las calles, los aeropuertos y los sitios menos esperados.
Están ahí, frente al dolor, como ángeles de la guarda. Frente a ti, frente a mí.
¿Eres uno de ellos? No importa, cada día, cada momento es propicio para volverse uno.
¿Conoces héroes anónimos? Trae tu historia, para que El Halcón la lleve al ciberespacio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me dejaste con las ganas de saber la historia de ese niño. ¿Por qué no la cuentas por este espacio? O igual la sugieres en reunión de editores... creo, porque te conozco, que ya lo hiciste, por eso no dijiste más. Cuidate y te cuento que ya me enganchaste a leerte habitualmente con este tu último tema, porque lo de política, de eso sí mejor paso la página.

 

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