Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

domingo, 28 de diciembre de 2008

La paradoja de la religión



Se supone que las religiones son organizaciones, creencias o estados de la sociedad que impulsan a un crecimiento espiritual para tener una vida terrenal más satisfactoria, más plena y asegurar el paso al siguiente peldaño del crecimiento del espíritu, en este o en otros mundos.
En esencia, las religiones son un ramillete de dogmas, de percepciones y de actitudes basadas en la fe que buscan consolidar al ser humano para volverlo más evolucionado en un concepto de evolución que se ancla en la bondad, la paz, el amor y el buen trato hacia los demás.
Hasta ahí todo marcha bien. Pero los renglones torcidos de las religiones, no amparados en el sacro ejercicio de la fe, sino en la interpretación humano-egoísta de algunos líderes y fanáticos cuya mente ha sido sobrecargada con una ración de fe cuyo intelecto y espíritu subdesarrollado no pueden metabolizar, ocasionan que la violencia y la intolerancia se impongan.
Por ejemplo, el cristianismo predica el amor –hacia Dios y hacia el prójimo (incluyendo a los enemigos) – como uno de los pilares fundamentales de la fe. Esto implica que sin esta actitud o sentimiento se puede ser cualquier cosa menos Cristiano practicante. Pero resulta que muchas iglesias cristianas predican intolerancia hacia los que no opinan según su manual de estilo.
Y es entonces cuando vemos el enanismo espiritual en nuestras sociedades religiosas.


El problema crece cuando hay choques culturales como el Cristianismo y algunas variantes del Islam, para el caso, donde si bien se comparten deidades o conceptos divinos, los detalles del ritualismo son los detonadores de una triste violencia que anula el primordial sentido de la fe.
Escribo sobre esto inspirado en los recientes acontecimientos en Israel, en la franja de Gaza, donde ha renacido más enconado el fantasma de la muerte y la violencia irracional. Cada bando tiene sus razones y el mundo podrá dividirse en opiniones sobre quién es primero, si el huevo o la gallina en este conflicto milenario.
Sin embargo, no puedo pasar por alto el factor religioso –que no tildo como principal eyector de la lucha—en el que el pueblo palestino ampara en el Islam, paradójicamente, la lucha contra el enemigo israelí. Y tampoco se puede girar la vista ante la postura de las facciones más recalcitrantes del judaísmo que siguen basándose en el más rancio decálogo mosaico para enfrentar un tiempo presente que a todas luces ha superado el primitivismo de tal cuerpo legal.
Y si las religiones, bajo esta parte del prisma, en vez de elevar los grados de conciencia para solventar las más abiertas brechas de la sociedad la impulsan a crear muros alrededor de sus creencias, en vez de volverse vehículos de avance hacia la evolución del espíritu se convierten en armatostes que obstaculizan el camino.
Aunque muchos me tilden de hereje, opino que todo pasa por abandonar el sistema de propiedad privada sobre algo tan intangible y multifacético como la Verdad.
Al llegar al siguiente escalón, en el que se comparte con alegría a Dios con quienes opinan distinto a nosotros, nos acercamos a la más sencilla y maravillosa realidad: Dios en nosotros y nosotros en Dios, como un todo universal que se perfecciona cada vez más en el mundo de las imperfecciones, impulsado por dos grandes motores: el Amor y la Voluntad.
Afortunadamente, hay indicios: ¿recuerdan las veces en las que las religiones se han unido para elevar plegarias juntas?

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