Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

martes, 2 de diciembre de 2008

Tentaciones de fin de año


La voraz clase media salvadoreña, siempre sedienta de más y más posesiones, acaba de entrar en el mes de las tentaciones.
Diciembre, con sus climas sugestivos, los aguinaldos, los bonos, las luces de Navidad, los deseos de buena voluntad y las miles de ofertas en las tiendas son el coctel perfecto para concebir al octavo pecado capital: el consumismo.
Con la entrada extra de dinero, el clasemedia salvadoreño se siente un poco más poderoso que de costumbre. Y está dispuesto a ejercer ese pequeño y breve poder adquisitivo para demarcar su territorio.
Pocos de los bienes que adquiera serán de real necesidad. La mayoría de esas compras servirán para satisfacer gustos propios y extraños y para ofrecer una imagen de mayor éxito a vecinos, amigos y compañeros de trabajo.
Cientos de sofisticadas pantallas de LCD irán a parar a los dormitorios de gente que apenas tiene tiempo para ver TV. La más alta tecnología digital de reproducción de imágenes tendrá que desaprovecharse porque de nada sirve con las señales de cable que tenemos.
Otros preferirán los más modernos teléfonos celulares, blackberries y otros "tech toys" cuya utilización también será mínima.
Habrá quienes busquen el más prepotente aparato de sonido no porque aspiren a una fidelidad máxima, sino para tener la capacidad de hacer ruido, aunque nunca pasen del volumen 5 ó 6.
Porque tener la capacidad es lo que lleva a muchos consumidores a decidirse por un producto, y no la necesidad. Por ejemplo, mucha gente compra SUV 4x4 y nunca usan la doble transmisión. Incluso, muchos no saben cuándo y cómo usarla. Tampoco visitan sitios escabrosos y, mucho menos, llevan su camioneta a empantanarla para sentir el placer del muddy off road.
Los compradores compulsivos también pasarán a las salas de venta de las automotrices. A endeudarse hasta el copete durante 7 u 8 años con tal de andar auto nuevo. No por el placer de conducirlos, sino para que los vean. Porque en nuestras ciudades tercermundistas es el auto, y no la cuenta en el banco, el altímetro social.

Toparán la tarjetas de crédito con relojes, bisutería fina, vestidos de noche y zapatos cuyo costo supera por un amplio margen el salario mínimo.
¿Y las inversiones? "Al carajo ¿quién piensa en ellas?". "Por favor, complejo de empresarios tampoco tenemos", dirán muchos envalentonados, los mismos que se llenan la boca cuando critican a los pobres desarrapados que se gastan las remesas familiares "en vez de poner alguna zapatería, una pupusería o por lo menos una venta de sopa en el mercado".
Las tentaciones están al ataque. La clase media --media en todo-- está con todas las ganas de sumergirse en las tibias aguas de la seducción comercial.
A comprar podadoras de césped aunque vivan en el quinto piso de un edificio; a regalarse mancuernillas de oro aunque solo usen camisas manga corta, a buscar las ofertas más apetecibles aunque el aguinaldo sea apenas el de ley, a chupar guaro fino aunque el cirrótico hígado les suplique de rodillas le den su tradicional cerveza de barril, a comprarse perfumes por Internet sin haberlos probado antes, a regalarse relojes finos que deban estar guardados para que no se los roben.
Otros, los más ridículos, buscarán las más parecidas réplicas de artículos de lujo ¿para engañar a quién? Por Dios, a leguas se nota que muchas de esas carteras "Louis Vuitton" que con tanto orgullo lucen muchas mujeres son más falsas que las protuberancias de Sabrina.
O se comprarán joyería Bulgari, Bucellati, Cartier, Mikimoto, Tiffany y otras marcas premium más "chaveleadas" que los relojes Rolex que venden en los mercadillos nocturnos de Taipei o la marroquinería Prada que ofrecen en las aceras europeas los inmigrantes africanos.
¿Y todo para qué? Para satisfacer al diablillo del egoísmo, para reafirmar el lema "yo-tengo-más-que-vos" que rige sus vidas. Para nutrir al perverso ADN de la falsedad, sello inconfundible de su ser. Para llenar el vacío de su triste existencia, ese agujero negro que se traga sin piedad los valores de la familia, de la espiritualidad y del bien común.
Diciembre es tentador. ¿Sucumbirás?

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