Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

jueves, 11 de diciembre de 2008

¡Yo también soy el pueblo!



Cierta vez, dentro de un autobús en Santiago, Chile, el guía nos comentaba detalles sobre los sitios de mayor interés para los turistas. Y, curiosamente, aparte de La Moneda, y otras bellezas, nos llevó a conocer un lugar muy famoso.
No recuerdo el nombre de la plaza, pero nos dijo con mucho entusiasmo que ahí era donde los chilenos se manifestaban.
Créalo. Tienen un lugar específico donde se citan para expresar sus descontentos (pocas veces hay manifestaciones a favor de algo ¿no?).
En El Salvador quizás no hay plazas para tal fin. O tal vez pasa que en la mente primitiva de los manifestantes salvadoreños no entra tal concepto.
Y, en vez de usar el orden para expresar sus linduras contra el gobierno y sus tributarios, los vociferantes usan las calles y provocan el desastroso caos vehicular... porque el desorden es parte de su estrategia.
La estrategia de molestar, de generar el despelote resulta de fácil concepción y realización; no se necesitan muchas neuronas.
La manifestación de avanzada no existe; se recurre a las mismas prácticas de los años 70: hay nostalgia por los carros quemados, las manchas en las paredes, las consignas avinagradas y las mismas cancioncitas de los Guaraguao.
Y, por supuesto, la misma pendejada de siempre: que el pueblo unido jamás será vencido.
Los organizadores y los manifestantes deberían hacer un esfuerzo mental para darse cuenta que con sus marchas afectan de manera significativa el bolsillo de los conductores.
¿Se han puesto a pensar cuántos miles de galones de combustible se consumen durante esos embotellamientos? ¿Y no que defienden el medio ambiente? ¿Y no que defienden el bolsillo de los salvadoreños? Hey, los que andamos en carro también somos salvadoreños y tenemos derechos.
Es indignante que porque a un par de lenguaraces dirigentes se le ocurre montar una manifestación, cientos de automovilistas tengamos que padecer las consecuencias.
Y más grave aún que estos tontos útiles sean manipulados por seudointelectuales políticos. Por los mismos políticos que se llenan la boca diciendo que defienden los derechos populares.
No estoy en contra de las manifestaciones. Es más, las apoyo siempre y cuando se hagan de manera ordenada. Porque hasta los burros tienen derecho a quejarse de la carga, y porque en nuestra tierra la cultura de la vivianada y la vocación de finqueros están enquistadas en muchas empresas e instituciones.
Los salvadoreños tienen derecho a protestar, pero sin afectar a quienes nada tenemos que ver con su agravio.
A mí no me jodan, que yo también soy el pueblo.

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