Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

domingo, 9 de noviembre de 2008

Cultura de la vivianada


Los vivianes están en todos lados. Ningún país puede sentir exclusividad cultural sobre tan execrable vergüenza. Pero en tal triste carrera El Salvador está cosechando muchos puntos.
Los vivianes están desde las callejuelas de los mercadillos árabes, donde la calderilla se trata de vender a precios de obra de arte, hasta los restaurantes de El Salvador, donde cada vez es más evidente la truculencia con la que se busca engañar al cliente y asaltarle el bolsillo de la manera más impune.
Como los estafadores árabes no me afectan, esta vez la crítica va hacia los restaurantes y comederos salvadoreños. Ayer estuve, por ejemplo, en un restaurante especializado en mariscos, en una ciudad portuaria, donde he sido testigo de una reducción de calidad deplorable.
La mariscada, para el caso, estaba saturada de carapachos de jaiba, dos o tres camarones y las patas del pobre crustáceo para aparentar abundancia.


En otro restaurante capitalino se han inventado la gran novedad de los Lunch Ejecutivos, que en la teoría son para gente ocupada y cuya característica es la rapidez del servicio con cantidades moderadas para no causar indigestiones a los hombres de negocios; pero el vivián ha hecho de las suyas: un trozo de carne muy pequeño al cual agregan el viejo truco de la montaña de arroz y un enorme elote dulce. Se pervierte el concepto para satisfacer la vivianada del empresario.
¿O acaso no se ha topado usted con esos restaurantes donde le sacan un ojo por la bebida… ¡y al final lo que le traen es un vaso lleno de hielo con un chorrito de gaseosa o de té helado?
Y en otros sitios, con la paja de que es comida “gourmet” se sirven platos con cantidades tan pequeñas como que fueran para modelos esqueléticas.
Pero a la hora de cobrar son geniales. Un asalto.
La experiencia de los restaurantes, donde se cuentan por decenas las peripecias para bajarse al cliente, se extiende a otros negocios como los nuevos talleres para autos donde se ofrece gratis el alineado del carro cuando es solo un anzuelo para vender la reparación de muñones, tijeras y hasta las flechas de la dirección. Y le meten tal miedo al pobre cliente que al final de cuentas termina arrepentido de haber entrado al negocio.
Nada nuevo en El Salvador. Lo triste es que en vez de la eficiencia productiva se apela a la escuela de la vivianada para hacer crecer los negocios.
Pero como hay que ser positivos: estas situaciones son una oportunidad para que los defensores de los consumidores vayan más allá de los supermercados y gasolineras.

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