Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

martes, 11 de noviembre de 2008

¿Se atreve a cambiar?



No hace falta ser consultor político para saber que en toda campaña proselitista la oferta del cambio es indispensable para convencer a los votantes.
Desde Barack Obama hasta el candidato del más mísero pueblito de Somalia predican el cambio porque saben que todo el mundo tiene esta aspiración; es parte de la naturaleza humana.
Los cambios se desean porque uno está insatisfecho con lo que tiene. Hasta los niños quieren cambios en sus cereales de colores.
Y al no estar satisfecho, pues lo más sencillo es desear que las cosas sean distintas.
Los salvadoreños no estamos satisfechos con lo que tenemos; de otra forma ARENA estaría 20 puntos arriba del FMLN.
Sabemos y sentimos que las cosas están mal o que pueden estar mejor. Y estamos frente a la oportunidad de dictar un cambio con la llegada de las elecciones de 2009.
Pero ¿a qué tipo de cambio aspiramos los salvadoreños? ¿Un cambio con pocos matices? ¿Un cambio radical? ¿Un cambio de sistema? ¿Un cambio de personas? ¿Cambiar solo para experimentar lo contrario a lo que tenemos? ¿Cambio de partido para saber si es cierto todo lo que se dice del FMLN? ¿Cambio responsable?
Antes de elegir una de las respuestas es necesario hacer una reflexión, para que la decisión esté basada en la realidad.
¿Quién me ofrece un cambio como el que yo quiero? ¿Qué credenciales tiene esa persona para creerle que va a generar cambios en la dirección que yo aspiro? ¿Qué es lo que se necesita cambiar primero?
Una sociedad no cambia solo porque los gobernantes dicten medidas o elaboren y ejecuten leyes. Las sociedades cambian en la medida en que sus integrantes admitan y adopten esa necesidad.
Gran parte de las congojas que se ciernen sobre los salvadoreños tienen que ver con medidas erróneas que han tomado los gobernantes, tanto presidentes como diputados y alcaldes; pero también es cierto que muchos padecimientos son el resultado de las conductas, disposiciones y actitudes de las mismas personas.
Si el sueldo no le alcanza, por ejemplo, puede ser porque su patrono es un explotador de la peor calaña y le paga una miseria. Es cierto. Pero también puede ser porque usted no tiene sus finanzas ordenadas y mantiene un estilo de vida que no puede pagar.


Si yo intento comprarme el último modelo de BMW, lo más probable es que solo pueda pagar la prima y un par de cuotas antes de estrellarme contra la bancarrota.
Si usted compra juguetes electrónicos, lo más reciente en pantallas de LCD, un I phone, la más moderna computadora y un novedosísimo aparato de música para el carro, lo más probable es que tenga problemas financieros al poco tiempo. Salvo que gane más de $10K mensuales.
Si usted sale a comer a restaurantes caros todos los días llegará un momento en que su presupuesto estará desbalanceado.
Si no sabe usar las tarjetas de crédito, llegará a sentirse como en arenas movedizas y hasta el cuello.
¿Y una situación así es culpa del gobierno o del sistema? Lo más probable es que sea responsabilidad suya.
Esto no exime, sin embargo, a los que ostentan el poder. El poder debe servir para favorecer a la mayoría de la sociedad, para regular a los actores económicos y sociales, para dictar y aplicar leyes justas y para todos por igual. Para no permitir el coyotaje de cuello blanco y mancuernillas. Para defendernos de los lobos rapaces con cara de banquero.
Eso lo sabemos todos, pero pocos lo practicamos. Porque en este país, la cultura de la vivianada es la actitud cotidiana. Y algunos funcionarios han ocupado sus cargos para beneficio propio, en detrimento de la comunidad.
El principal problema de los salvadoreños es el económico. Y el dolor de cabeza es que no nos alcanza el sueldo para el nivel de vida que deseamos.
¿Somos realistas? ¿Es culpa del sistema que tengamos este nivel de salarios? ¿Estudiamos lo suficiente para aspirar a un cargo bien pagado? ¿Tenemos la adecuada inteligencia y madurez para buscar cargos de dirección? ¿O ganamos poco porque no estudiamos? ¿Tenemos una familia grande porque no planificamos? ¿Estamos realmente trabajando en el área donde mejor podemos desarrollarnos? ¿Hacemos lo que mejor sabemos hacer? ¿Nos preocupamos por actualizarnos? ¿Somos positivos en nuestros empleos? ¿Nos hemos esforzado por conseguir un mejor trabajo? ¿Tratamos de hacer la milla extra?
Solo después de hacer estas reflexiones, con el cerebro, no con el hígado, es que podremos estar en la condición para emitir un juicio electoral.
Y en ese momento también tendremos herramientas para saber qué parte de ese cambio que buscamos puede ser realizado desde nosotros mismos.
Ningún candidato a cargo público podrá hacer cambios por sí solo. Necesitará del concurso de la comunidad para que la rueda avance en la dirección correcta.
¿Estamos dispuestos a cambiar? ¿Queremos ser parte del cambio? ¿O solo esperamos que los demás cambien?

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