Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

jueves, 27 de noviembre de 2008

La próxima guerra


¿Dónde están los líderes para que llamen a la no violencia?
¿Dónde están los monseñores que representan la voz de los sin voz?
¿Dónde están los políticos para incentivarnos a la paz?
¿Dónde están los dirigente sindicales para reclamar los derechos de los que sufren? ¿Dónde están los empresarios?
¿Dónde están los líderes estudiantiles?
¿Dónde están los líderes sectoriales?

¿Dónde? ¿Escondidos?

La Patria los necesita ¡Y ahora!


Hoy mataron a otro motorista. Los mareros, según se informa. Porque no les "pagaron" el aguinaldo, una cantidad aparte de la renta mensual que cobran a los transportistas. Otra familia que sufre. Un muerto más en las estadísticas; números que con el paso del tiempo se olvidan y solo sirven para engrosar la apretada lista de muertes violentas en El Salvador.
La próxima guerra que está a la vuelta de la esquina en el país será entre transportistas y mareros. Porque ambos grupos pueden armarse... ambos tienen ganas de sudar los gatillos mientras el único sudor que le sale a la población es el del miedo.
¿Y ahora quién podrá defendernos? Porque las balas no tienen GPS y en medio de ese fuego cruzado quedarán niños, adolescentes, jóvenes, señoras del mercado, trabajadores honestos, enfermeras, periodistas, albañiles, vendedores, secretarias... en fin, todos los que usan el transporte colectivo.
La violencia está por dispararse a niveles que pueden ser incontenibles. En los últimos días hemos visto varios asesinatos de motoristas y cobradores. Si revisáramos las cifras de Medicina Legal cualquiera se asustaría.
Aquí ya no importa por qué causa nacieron las maras, o si es el sistema el que las alimenta con las injusticias sociales, o si hay mafias políticas ligadas a estos grupos y que los usan para desestabilizar y obtener ganancias electorales. No. Eso no importa. Lo que importa es que el mal desaparezca.
Lo primero que se le cruza a cualquiera por la mente es el término de la "limpieza social". Sin embargo, con la mente más fría los que tenemos vocación pacifista y democrática nos percatamos de que tal método lo único que lograría es entristecer más a la sociedad, bañarla de sangre, descuartizarla.

¿Y entonces qué hacer? Lo primero es descongestionar mentalidades y actitudes, abrir los escenarios de la voluntad política para unirnos como sociedad en contra de esta violencia.
Las marchas blancas funcionan en una primera fase. Se debe abandonar el miedo a la protesta y salir a la calle para demostrar con una actitud pacífica el deseo de terminar con este mal social.
Al mismo tiempo, las leyes deben ser acordes al mal que quieren evitar y sancionar. Ya hay que dejarse de politiquería malsana y aprobar, por ejemplo, medidas como la intervención telefónica con sus respectivos candados.
Además de un marco legal especial, las acciones ciudadanas puntuales en beneficio de estos grupos irregulares tienen que ir más allá de la mera propaganda gubernamental. No se trata de premiar a los mareros para destatuarles la violencia, sino de tenderles una mano como sociedad para incentivarlos a cambiar. Y el que no quiera por las buenas, pues entonces que se someta a la coerción legal.
Los planes de rescate deben ser eficientes. Las iglesias pueden tomar un papel protagónico en esta fase, para limpiar conciencias y enfocar conductas; pero la gente también necesita comer, y los tatuajes no deben ser un obstáculo para ofrecerles empleo a quienes estén en plena recuperación.
Buena parte de esto ya se hace, pero es a todas luces insuficiente.
Lo que se está demostrando es que las maras son muchísimo más eficientes para aglutinar a los jóvenes. ¿Será posible usar estas habilidades para construir un futuro juntos?
Se necesita creatividad para emplear estos liderazgos y enfocarlos hacia puntos positivos. Reunirse con los jefes de las clicas, plantearles un plan de país donde haya oportunidades para ellos, contratarlos para acciones grupales como la limpieza de la ciudad... y pagarles bien. Puede sonar tonto, peligroso, inocente. Es comprensible, el miedo doblega; pero el primer paso debe darse aunque en el camino se corrijan trayectorias.
Frente a esta amenaza el clamor social debe hacerse escuchar: ¿Dónde están los líderes que llamen a la no violencia? ¿Dónde están los monseñores? ¿Dónde están los políticos? ¿Dónde están los dirigente sindicales? ¿Dónde están los empresarios? ¿Dónde están los líderes estudiantiles? ¿Dónde están los líderes sectoriales?
¿Escondidos?

Si no salimos de la cueva del miedo vamos a padecer otra guerra, la guerra de la venganza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lamentablemente los que encierras con signos de interrogacion, siempre son los que no hacen mucho por solucionar estos problemas; pero siempre son los primeros en prometer solucion y todo para llegar al poder, los estudiantes, el presente del pais no se manifiesta y la iglesia que condena, pero no ayuda. seamos concientes de este problema.

 

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