Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

lunes, 17 de noviembre de 2008

Palabras claras


Muy equivocados están los políticos que piensan que el salvadoreño raso está esperando escuchar astralidades para decidirse a darles el voto.
El votante normal no es adicto a las presentaciones majestuosas de las plataformas políticas.
Tampoco es fanático de frases encopetadas. Si los aplaude es porque integra el “voto duro” o porque por no quedar como ignorante se hace el que sabe... o porque le pasa como a los que tararean canciones en inglés y solo entienden algunas palabras.
Opino que al votante le gusta que le hablen de tú a tú. No por sobre los hombros; aunque tampoco le agrada ver el ridículo que adoptan algunos políticos para “ponerse al mismo nivel” con tal de hacerle sentir que es parte de su círculo. Tonterías como ir con sombrero a los pueblos “para confundirse con los campesinos” mientras se usan Rolex, Patek Philipe, botas de 800 dólares, jeans de $160, camisas Polo, cinchos Ferragamo, aros de lentes Cartier y billeteras Louis Vuitton.
Al final de cuentas, a la gente le gusta que le digan las cosas claras. En vez de decirle que se va a hacer un pacto con el sector empresarial para ampliar la recaudación y reducir el hueco fiscal, y que ese pacto no implica el incremento del abanico impositivo, la gente quiere frases como: “Vamos a platicar con los empresarios para convencerlo de que paguen los impuestos, y esa negociación no significa que vamos a poner más impuestos”.
Al votante tampoco hay que tratar de apantallarlo con aquello de que “es preciso invertir más en las instituciones de carácter social para fortalecer las satisfacciones, percepciones y seguridades vitales en un Estado de Derecho donde se proyecta la construcción de un sistema democrático acorde con las exigencias del mundo moderno y amparado en los más férreos valores de libertad, tanto individual como colectiva, para poder transitar en la ruta del desarrollo que nos transportará hacia el imparable crecimiento como nación”.
A la gente hay que decirle que es necesario darle más dinero a los ministerios de Salud, de Educación, a la ANDA, a Obras Públicas... para que el pueblo se sienta apoyado por su gobierno y que el dinero de los impuestos se regresa en obras, y que ese sentimiento nos permitirá tener mejores condiciones para avanzar como país. Simple. Sencillo.

Sin embargo, más allá de las turbulentas frases que sirven para enredar a la gente, el votante también está esperando cosas de fondo.
No le hablen al ciudadano, políticos, de construir un sistema democrático fuerte, de fortalecer las instituciones, de aumentar la credibilidad en el modelo socioeconómico. No le hablen de economía social de mercado, de liberalismo, de neoliberalismo (?) o de aplicar el músculo a la normativa preventiva y punitiva o de tanta palabreja.
Bajen de la nube y ofrezcan (o firmen compromisos, pues) ponerse los pantalones para castigar a los agiotistas de cuello blanco. Díganle a la gente que no van a permitir más robo por parte de los bancos. Que van a castigar a los prestamistas injustos. Que van a perseguir a los mareros para meterlos presos. Que van a convencer a los empresarios para que no paguen sueldos de hambre, y de que van a buscar buenos trabajadores para los empleos del sector público. ¡Y eso no es comunismo! Es justicia. El ser humano está antes que el mercado.
Hablen de que van a hacer más carreteras, de que van a tapar más hoyos (no de que van a ampliar la red vial, ¡Por Dios, la gente no anda con un diccionario bajo el brazo!), de que no se le va a subir el precio al pasaje...
Cosas reales y en el lenguaje real del pueblo.
Por favor, decirle a la señora de la venta de sopa de patas que habrá ampliación de la cobertura educativa y que se escalará en la parte cualitativa es prácticamente un insulto. Mejor díganle que va a haber más escuelas, más aulas, más profesores y que la calidad de la educación va a ser mayor porque van a poner tales y tales materias, por citar un caso.
¿Y cuál es la importancia de hablarle al pueblo en un lenguaje claro? La importancia es que ese pueblo va a entender mejor, va a tomar sus decisiones con un mayor criterio, que no se va a dejar embelesar por frases bonitas, o por discursos que parezcan convincentes.
Hablarle así a la gente es parte de la responsabilidad de los políticos.
Y usted, Juan Pueblo, pregunte cuando no entienda algo. Cuestione. Y el que lo mire mal, pues es un idiota que no merece su apoyo en las urnas.

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