Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

jueves, 13 de noviembre de 2008

Profecías políticas II


El viejo político no mostraba mayor emoción en la voz. Estaba acostumbrado a las batallas y a las derrotas. Hacía ya varios años había salido del partido que ayudó a fundar y, buscando el bien morir, estaba mirando los toros desde la barrera.
— Mire ¿y para qué quiere reunirse conmigo?
— Pues para ver un poco la situación política.
— ¿O sea que ahora soy analista pues?
— Eeeeh, pues la verdad es que se trata de tener un panorama.
— Y cual panorama, si la cosa ya está consumada. Nos van a dar verga. ¿O cree que vamos a ganar?
— Yo más bien creo que va a haber segunda ronda.
— Pues qué optimista es usted. No, mire, yo ya me salí de esas cosas. Y por cierto, le mando saludos a los que nos están grabando esta conversación.

Un click fue la respuesta final a la solicitud de una reunión. Tras escucharlo comencé a pensar en este artículo. La decisión de escribirlo llegó hace pocas horas, después de leer un correo electrónico de un amigo mío, para quien las cartas ya están tiradas y nada puede hacerse. Él opina que el FMLN va a vencer en la primera vuelta de las presidenciales.
Yo no opino lo mismo.
Creo, sí, que Mauricio Funes (candidato del FMLN, principal partido de oposición, ex guerrilla) tiene enormes posibilidades de ganar el primer round de los comicios, pero que no será suficiente para ganar la presidencia del país porque no tendrá más del 50 por ciento de los sufragios.
Los tres, mi amigo, el viejo político y yo anclamos nuestras percepciones tal vez en los mismos arrecifes: encuestas, versiones de líderes de opinión, chismes de gente informada, trackings partidarios y ese tufillo que se siente en el ambiente y que nadie sabe describir con precisión. Tal vez sea una especie de “sudor social” o los humores de esa masa viviente que se llama comunidad. Exudaciones que bien pueden indicarnos las intenciones de la gente.
Pero más allá de eso es puro instinto.
Sin embargo, para nadie es extraño que estas elecciones serán muy diferentes a las que hemos vivido desde 1989, cuando ARENA llegó al poder Ejecutivo.
Esta vez, el FMLN no causa los mismos temores que en años anteriores y la consigna del cambio ha tenido mucha permeabilidad en la población.
Otro factor importante será el voto de los jóvenes, quienes por su carácter rebelde podrían apoyar al candidato de izquierda aunque no conozcan un ápice del programa de gobierno que ha presentado por escrito, que al final es el que vale.
Yo creo que habrá segunda ronda porque el triunfalismo que ha venido predicando y sintiendo el FMLN ya pasó la etapa de meseta y no puede durar tanto.


Porque el entusiasmo electoral es como la erección post orgásmica en un adulto mayor. Y hay que tomar en cuenta que hacen falta cinco meses para el día de las presidenciales.
El fervor de las masas se alimenta de las novedades, un ingrediente que cada vez será más escaso en la receta del farabundismo.
Además, y en esto parecen no reparar los partidos, las elecciones de enero van a proveer resultados sicológicos, ya sea para aplastar al perdedor o para que la bestia herida se imponga y lance sus más terribles zarpazos.
Ambas cosas pueden suceder. Y dependerá del grado de madurez de los dirigentes partidarios, de su sagacidad política, de su autocontrol y de las alianzas que puedan forzar con los partidos minoritarios.



Por eso, que a nadie le extrañe que el perdedor de la primera vuelta presente antes del segundo round un gabinete integrado por miembros de otros partidos, y lo ofrezca como un “Gobierno de Unidad” donde no imperan los colores partidarios sino la visión de país.
Me parece que ARENA tiene mayor capacidad de atracción y consenso y eso le podría ser de gran beneficio para una segunda vuelta.
Además, entre gitanos no nos leamos la mano. El votante indeciso, que es el que al final dará el triunfo, vota de acuerdo a cómo siente su bolsillo en la semana previa a las elecciones. Y hay que recordar que se votará el 15 de marzo, cuando recién han pagado... y seguramente el gobierno debe tener ases bajo la manga para que la clase media no se sienta tan ahorcada.
Podría, por ejemplo, lograr un acuerdo legislativo para elevar a 2 mil dólares el deducible de la renta por salud y educación. Con vigencia de un año.
O podría elevar las pensiones, dar aumento de salarios a los empleados públicos y hacerse acompañar en estas medidas por parte de los empresarios.
Así que el triunfalismo es peligroso, atrevido, tonto, aventurado como la seguridad del hombre adulto que se lanza a la reconquista con los restos de su virilidad después de una explosión de amor.

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