Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

viernes, 17 de octubre de 2008

Cheyo unifica más que Rodrigo y Mauricio


En este país, Cheyo Quintanilla es capaz de unir a los más recalcitrantes efemelenistas y a los más extremistas areneros en torno a un tema: el fútbol.
La selección nacional, con todo y lo mal que juega (no nos hagamos los tontos) tiene lo que ningún partido o político han logrado: el pegamento social para juntar a enemigos y amigos.
¡Qué triste! Que en torno al fútbol este país se ponga a rezar (o a apretar) junto, unido, y alrededor de los temas de nación, del futuro de nuestros hijos, del desarrollo de nuestra democracia estemos mordiéndonos como perros en pelea.
No culpo a la Selecta. Al contrario, es una felicitación. Lo deplorable es que en aspectos más vitales los salvadoreños andemos disparados, en bandos, en clanes adversarios. Polarizados. Considerando como enemigo al que no piensa como nosotros.
¿Y esto quién lo ha provocado? Los dirigentes, los líderes que ahora andan pidiendo el voto para ocupar los cargos públicos y desde ahí “trabajar fuerte para hacer que El Salvador sea un país de oportunidades, donde haya justicia social, que sea más humano, más justo... que ahora por fin cambie”. ¡Por Dios! Las mismas patrañas de siempre.
Los dirigentes izquierdistas, sobre todo del FMLN, han predicado el odio desde que bajaron de la montaña. Cuando comenzaron a bañarse y a usar desodorante –como dijo un columnista recién– el enemigo ya no fue la oligarquía o el imperialismo: fueron los gobiernos areneros, los empresarios, todo aquel que tuviera un relativo éxito en su carrera o en su vida.
Y los areneros, igual. Mantuvieron el miedo como principal arma electoral para asustar a los salvadoreños. Y no es que los efemelenistas no dieran miedo, que lo dan todavía, sino que ARENA se encargó de meter en el mismo caldero a todo aquel que pensara distinto. ARENA misma ha colaborado en derrumbar cualquier intento de crear un nuevo partido de izquierda pensante, la misma izquierda que, con la otra cara (o máscara) pide a los cuatro vientos para cederle el poder.


Para los areneros, todos los que no pensaran como ellos eran comunistas. Y, como tal, enemigos del desarrollo. ¡Qué miopes han sido! Ahora están por pagar las consecuencias.
Y los ex terroristas, por su lado, se vistieron con piel de oveja y comenzaron a mentir. Le dijeron al pueblo que habían cambiado, que ahora ya eran democráticos, que creían en el sistema de valores y, por la espalda, el puñal: a las bases retrógradas les alimentan el odio contra Estados Unidos, contra los ricos, contra los que tienen algo... contra todos los que no sean como ellos.


Como que para ser buen salvadoreño fuera necesario ser mediocre, cholero, maleducado, resentido social... ¡y pobre! ¿O sea que aquí hay que ser pobre para ser bueno? ¡Qué estupidez!
Y en el centro, los políticos menos extremistas, o están muy viejitos o no tienen la suficiente entereza para construir algo sólido, una verdadera opción. Las marcas cuestan mucho trabajo hacerlas crecer; no es que de la noche a la mañana los micropartidos van a ser fuertes.
Y con tantas predicaciones de rivalidad ¿todavía nos preguntamos el por qué de la polarización?
Hacen falta líderes, en ambas formaciones políticas mayoritarias, que tengan el coraje, la valentía y la inteligencia para decir “Basta” a los poderes tradicionales enquistados en las cúpulas.
Y a los líderes de la sociedad les hace falta valor y decisión para lanzarse a conquistar el poder.
Un primer paso podría ser una reforma constitucional para que las candidaturas a los cargos públicos no se inscriban solo desde los partidos políticos.
De otra manera, la única vez que pensaremos en El Salvador será cuando juegue la Selección.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

what happened to the other one?

Anónimo dijo...

very cool.

 

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