Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

viernes, 31 de octubre de 2008

Un aplauso por la Cumbre (no para la Cumbre)


La Cumbre Iberoamericana que acaba de terminar en San Salvador nos ha dejado muchas cosas positivas.
Aparte de darnos cuenta de que los mandatarios están preocupados por la crisis económica mundial, y enterados de que los jóvenes son el segmento social al que se debe apostar con gran valentía, cosas de menor envergadura deben también aplaudirse, como el orden que ha reinado en el tráfico cerca del sitio donde se realizó el cónclave.
He leído la Declaración de San Salvador, el documento oficial de la reunión, y creo que con una sola de esas intenciones (una sola) que se llevara a cabo, los jóvenes tendrían un futuro muchísimo mejor que el que tuvimos nosotros.
En el compromiso asumido se habla, en pocas palabras, de abrir las oportunidades para la juventud en todos los sentidos, mejorar las condiciones para que puedan desarrollarse y apoyar desde los Estados y las empresas su ingreso al mundo laboral. En pocas palabras, hacer todo lo posible para que vivan y construyan un mundo mejor.
Menudo reto el que tiene toda Iberoamérica, porque cumplir con estos enunciados (que por cierto están redactados en el acartonado, ridículo e inexpugnable lenguaje de los diplomáticos) necesita de un pacto social.
Un pacto que incluya a todos, desde los jóvenes mismos, las familias, las empresas, el Estado y los políticos, hasta los países en sus relaciones multilaterales.
Un mensaje positivo queda. Pero más allá, también el compromiso, que se deberá cumplir sí o sí, porque de otra forma mejor se hubieran ido de paseo los gobernantes, a arreglar el mundo desde los hielos mojados con escocés hasta las encopetadas copas de champaña de las primeras damas.
Y con toda esa ebullición de buenas intenciones se tiene la oportunidad de poner en marcha, pero de verdad, por lo menos una medida en el gobierno salvadoreño que se iniciará a partir de junio de 2009.
Una de las aplicaciones que más debería priorizarse es lo que se ha llamado “alfabetización digital”, que en mi opinión es la verdadera puerta al futuro.
Un aplauso por la Cumbre y la invitación a dejar las malas leches. Como el de aquellas personas que estaban indignadísimas porque el cantante mexicano Alejandro Fernández había tenido un desliz mientras cantaba El Carbonero, la canción que muchos salvadoreños toman como “el segundo himno nacional”... esos mismos que despreciarían al hombre ennegrecido por el carbón.
Esas personas jamás se habrían parado en el Bernabéu a aplaudirle a Ronaldinho por las genialidades con el balón. Son los mismos de siempre, los amargados, los resentidos, los perdedores.

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