Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

viernes, 24 de octubre de 2008

Ventas callejeras


Que las ventas ambulantes y callejeras en San Salvador son una vergüenza para la ciudad no cabe duda. Pero existen porque hay gente que compra ahí.
De nada servirán los palos, los programas de reordenamiento y cualquier cosa que se haga si no se siembra la conciencia de no comprar en la calle.
No estoy en contra de los vendedores. Al contrario, es loable que trabajen en vez de robar. Es totalmente digno su empleo y su deseo de vender. Es admirable el tesón que ponen para llevar el sustento a su familia. Demuestran que no andan pidiéndole a “papá gobierno” que les regale dinero, sino que tratan por sus propios medios de salir adelante.
Pero para tener una mejor calidad de vida es preciso ordenarnos.
Cuando los vendedores dicen que no se van de las calles porque si se meten a los mercados la gente no les compra, tienen toda la razón. Los culpables no son ellos. Culpable es la falta de educación. Se ha vuelto un círculo vicioso... como la prostitución. Hay prostitutas porque hay clientes.
Los vendedores estarán donde estén los compradores; no tiene por qué ser al revés.
Y, frente a esto, hay otra reflexión que se impone: a los salvadoreños no nos gusta caminar mucho. Todo lo queremos enfrente.
En otros países, europeos por ejemplo, la gente camina grandes distancias ¡para tomar un taxi! No crea usted que porque anda con miles de euros en la bolsa podrá parar un taxi donde se le ocurra en París. Tendrá que recorrer varias cuadras para llegar hasta los puntos donde están los autos de alquiler; y en algunos casos tendrá que hacer fila.
Si eso es así, entonces ¿por qué no podemos acostumbrarnos a comprar en los sitios idóneos y no en la calle?
Si se deja de comprar en la calle y se va hasta los mercados, los vendedores tendrán que ir a los mercados. Simple.


Y estos mercadillos hasta pueden tener un atractivo turístico si se pone empeño en ello. Si no, vea lo que hacen en Amsterdam, por ejemplo, donde llevan a los turistas a un mercado en pleno centro, ordenado, donde venden flores. Y es un punto de atracción.
En pocas palabras, se puede aplicar la teoría del judo a los problemas en nuestras ciudades: basta un poco de voluntad... la mínima para dar el primer paso.
Si no, siempre tendremos una ciudad desordenada... gobierne quien gobierne.

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