Ciro Granados, Periodista

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El Salvador

jueves, 30 de octubre de 2008

El peligro de azuzar a las hordas

Hordas, sí, porque no se guían por el intelecto. Hordas porque usan la violencia como única herramienta de combate. Hordas porque, al final de cuentas, son masas no pensantes, rebaños serviles que inclinan la voluntad ante sus líderes, sin cuestionar, sin pensar, sin darle permiso a la inteligencia.



En la campaña proselitista salvadoreña, más que todo en la lucha por la presidencia, tanto el candidato del oficialismo como el de la ex guerrilla tienen la enorme responsabilidad de alimentar la cordura de sus grupos de simpatizantes.
Si no cumplen con esta básica premisa, tanto pueden tirar balazos los unos como lanzar granadas los otros.
Y quienes resultarán más abatidos por la violencia serán los inocentes, los mismos que salieron a votar bajo las balas en 1982. Los hijos de quienes se mordieron la lengua y escondieron el coraje para no morir en la década perdida. Los salvadoreños dignos que se han partido el brazo y el corazón por construir esta democracia que unos pocos, los menos, tratan de secuestrar para arrodillarla ante la violencia.
Es peligrosísimo si tanto Rodrigo Ávila como Mauricio Funes no envían señales de tranquilidad a sus correligionarios. Mensajes de buena lid, de lucha entre caballeros, de batalla por la dignidad y el honor de nuestro país. Lenguajes que promuevan el choque de pensamientos, el esgrima de las ideas, las artes marciales del argumento.
Y en este sentido tiene un enorme desafío el candidato del FMLN, quien en los últimos días ha dejado entrever que los resultados de las encuestas que lo ubican más cerca de su contendiente son el inicio de un fraude.
Son palabras de enorme envergadura en nuestra caótica situación. Azuzar a las hordas no traerá nada bueno.
Los salvadoreños que no tenemos la conciencia manchada nos merecemos paz. Paz política. Paz electoral. Para que sea nuestra conciencia y no el hígado quien decida a la hora de enfrentarnos a la papeleta de votación.
El tema de la encuestas no hay que tomárselo tan a pecho. No son el resultado de la elección. No es el conteo final. Si un sondeo da menos puntos no hay por qué inducir a los poco pensantes a que crean que se le está robando la votación.
A los tontos no hay que darles cuerda, porque son peligrosos, generan peligro y las balas a cualquiera le entran, sin distinción de colores partidarios. Y la sangre derramada siempre le duele al país, proceda de quien proceda.
¿Acaso no está saturada nuestra tierra de tanta sangre?

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